Ahora entiendo qué es el arte- y, atravesándome con esa mirada untuosa, preñada de inteligencia-... es cuando Dios tiene nostalgia de los hombres.

lunes, 17 de diciembre de 2012

D.

Vamos allá. Han pasado meses y todos y cada unos de estos días que han pasado he mirado mi boli y mi cuaderno con recelo, deseando que volviera aquello que me llevaba a su regazo. 
Y volvió, y tanto que volvió. En forma de diciembre, frío, carente de lluvias pero muy nublado. Como todo en mi vida; nublado. 
Siempre quise ser una nube, es curioso por que ese deseo no tiene ni pies ni cabeza, no tienen fundamento, pero ¿hay algo que, en el mundo de hoy en día, lo tenga? Yo creo que no. Por eso no me parece desentonar tanto cuando miro al cielo y las veo allí arriba moviendose a su antojo.
Pero bueno, a lo que ibamos, que me pierdo. Como siempre. El frío.
Nunca entenderé porqué me gusta tanto el frío. Suena raro, pero el frío me parece... elegante. Eso es, elegante, inspirador, conmovedor. Todos estos adjetivos para describir la ausencia de calor. Absurdo. Como siempre. 
¿Cómo es posible que un mes me lleve de vuelta a mundo de las palabras? No lo sé. Pero así ha sido. Me ha devuelto las ganas de escribir, de leer, de arrancar sonrisas, de crear mundos. Dichoso frío. Él tiene la culpa. Como siempre.

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