Ahora entiendo qué es el arte- y, atravesándome con esa mirada untuosa, preñada de inteligencia-... es cuando Dios tiene nostalgia de los hombres.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Dos Palabras, capitulo uno

UNO

Buenos días mundo. Sevilla se despierta un día más y yo con ella. Bonito día, bonita luz, bonita mañana...

Me sorprendo a mi misma con tanto entusiasmo y positivismo, pero ¿acaso hoy tengo alguna razón para estar mal? ¿Debería? Como no encontraba respuesta, decido ponerme en funcionamiento y enciendo la radio, suena una canción, de mis favoritas: escucho música y me pongo a bailar. Y más canción; últimamente las cosas cambian cada vez más, a veces pienso que algo malo viene detrás.

Sonrío mientras canto y mi hermana me manda a callar. Apago la radio, termino de colocarme la falda del uniforme y me dirijo a la cocina, a desayunar.
-Magdalena, hija, ¿y esa alegría matutina?
-Mamá, será el sol, la primavera- y me pongo a canturrear- por fin llega el buen tiempo... 
Mi madre no es que sea una madre típica, pero me gusta así. Es pintora, aunque pinta cuando quiere, pero no pinta mal, es más, pinta superbien, sobretodo paisajes porque es una enamorada del atardecer de la playa y con ese pretexto convence a mi padre y veraneamos allí.
-¡Magdalena! Coge tu mochila que nos vamos ¡ya! Y llama a tu hermana.
El que grita por las mañana es siempre mi padre. Es el típico ejecutivo, en una empresa de ordenadores, pero cualquiera lo diría porque no es que sea muy serio diariamente, y no es tan desastre como mi madre.
 Siempre me pregunto cómo congeniaron tan bien y es que llevan ya diecisiete años casados, uno más que yo, que tengo dieciséis y mi hermana Isa, catorce. No nos llevamos ni mal ni bien. Ella es más responsable y yo más loca, cosas de la edad supongo.
  

Me despierto. Son las diez de la mañana. Mierda, llego rematadamente tarde a las clases. 
De un sobresalto esto en pie y dispuesto a vestirme y desayunar en el menor tiempo posible.
Cojo los vaqueros y un polo verde limón, bajo las escaleras mientras me pongo el polo y por poco no me caigo. Llego a la cocina, enciendo la radio y escucho las noticias mientras voy calentando el café. 
  Me gusta este estilo de vida que llevo, cuando me levanto a esta hora y tengo la casa para mi solito. Mis padres trabajan y mi hermana va a la universidad, cosa a la que yo renuncié por completo a ir. 
  Recuerdo el mi último día de secundaria. Era principio de junio y ese día pegaba fuerte el sol, pero no me molestaba. Odiaba estudiar, yo siempre he sido el típico niño que conoce a todo el colegio pero no estudia, no va conmigo. Prefiero hacer otro tipo de cosas antes de ponerme delante de un libro. 
Había llegado a odiar tanto estudiar por muchísimas razones, pero la principal fueron mis padres. Discutía con ellos constantemente; por las horas de salida, por el número de fiestas a las que iba sin hacer los deberes, por los castigos continuos, por los exámenes suspensos... Asique decidí acabar secundaria, obtener el título y quitarme de problemas y hacer la vida que quería, y aquí estoy tomándome un café deprisa y corriendo para comenzar, en este lunes mi última semana de clases de conducir y la semana que viene examinarme para así, al fin, tener mi carnet para la moto.  

Cojo las llaves de casa, la mochila y el bono bus y voy andando a la parada de bus que hay cerca de casa.